(Viñeta satírica de James Gillray, sobre la vacunación practicada por Edward Jenner.)
Me comentan de Redacción, que la noticia sobre la vuelta del emérito a España, con residencia en Carmona, ha llegado a todo el orbe; entendiendo lo de orbe como espacio más próximo de interés mundano. La verdad es que hay que felicitar a los chicos del Grifo por ese ingenio propio del lugar que echamos de menos en época de pandemia, de la que seguimos pendiente. Por ello, mi primera enhorabuena del año la envío a cuantos carmonenses han tenido la oportunidad de verse ya inyectados por una dosis de coronavirus lo suficiente insignificante como para crear anticuerpos y sentirse seguros -de momento- ante las secuelas de tan ignominioso y mortal vecino.
Con el corazón en la mano, estoy deseando que me toque el turno para que, la enfermera o el enfermero (mejor la primera, por simpatía histórica), me pegue un pellizco a la altura del deltoides y me clave toda la jeringuilla permitida hasta la bola. Desde aquí me dirijo a quién corresponda y preceda en lista, por si decide pasar la vez, que estoy dispuesto a suplantarlo sin disfraz. Vamos, que si hace falta me pongo doble dosis del tirón, con arpón de banderillas negras y, si me apuran, la admito hasta con adornos de la enseña nacional. Por lo demás, me da igual que el sanitario haga la suerte al volapié, al quiebro, al violín u otro instrumento, pero -por sus castas- que sea distinto al toque de réquiem.
Porque en España la cosa tiene guasa, y en la tierra de María Santísima o en la de María La Hierbabuena, guasa y media. Resulta que, como ya saben, hay gilipollas que ahora critican, después de diez meses de pandemia, que la vacuna viene en cajas de cartón con la bandera de España y su gobierno. Esto en la UE -según el primo Iván, hijo del tío Tomiro, emigrante en Alemania desde los 60- se lo han tomado a cachondeo, por lo que han decidido pegar, en cada caja de vacunas con destino a España, una ristra de banderitas de todos los colores como las que cuelgan en las barras-mostradores de feria.
Así que, como por aquí abunda el gilipollismo… Ése, el ilustrado, ya me estoy viendo a más de uno colocando el escudo del Ayuntamiento de Carmona -con el correspondiente “colabora”- en cada bote de vacuna, en la jeringuilla, en la aguja, en el algodón de ajuste, en la tirita de seguridad, en la bata de enfermería y hasta tatuado en el brazo del receptor. A tanto no estoy dispuesto por ponerme ya la dichosa vacuna, pero… sí abierto a negociar. Mientras tanto, seguimos con las restricciones de rigor que han dejado el casco histórico carmonense sin contenido natural y con la vitola de museo mortecino. Sin embargo, aún quedan rebeldes sin causa, como el bar Goya, que se mantiene fiel a su céntrica y permanente clientela, como muestra de que El Empecinado sigue siendo obra goyesca por excelencia.
Tal vez la vacunación contra la Covid-19 vaya dejando miedos en la cuneta a lo largo de los próximos meses. Ojalá. Pero oyendo lo que oigo entre los más cercanos miembros del gremio de la hostelería en el distrito de referencia, lo de las banderillas se queda en pañales y apuntan a un arrastre definitivo hasta chiqueros en lo que respecta a la monumental Plaza de Arriba y alrededores. No seré yo el que saque el pañuelo de aviso, para ello está la presidencia y asesores, pero si alguien no lo remedia, el cartel tradicional del corazón de Carmona quedará reducido al fin de semana mañanero en exclusividad para aquellos forasteros que vienen a disfrutar de un museo de postal. Eso sí, provistos del abono reglamentario. O lo que es lo mismo, con el preceptivo carnet de vacunas.
El joven cineasta, Mateo Cabeza Rodríguez, de profundas raíces familiares en Carmona, da un paso de gigante en su carrera cinematográfica con un documental cortometraje seleccionado para competir para los premios Goya. "Paraiso" es una obra de arte realizada en una habitación del Hospital Infantil Virgen del Rocío de Sevilla.
Según la OMS, lavarse las manos puede ayudarnos a prevernir hasta 200 enfermedades.
Un gesto tan sencillo y que muchas veces olvidamos, como es lavarse las manos, puede ayudarnos a tener mejor salud
Nuestras abuelas y abuelos han superado una Guerra Civil, la hambruna posterior, han vivido en su mayoría lo que significa una dictadura, han peleado por nuestros derechos, han trabajado duramente para que ahora tengamos las comodidades y el bienestar del que disfrutamos, nos han criado…han sido nuestros héroes y ahora les toca pagar una factura demasiado alta con el virus del COVID-19.
Y es que hoy hace dos años que entré en un quirofano para comenzar a ganarle la batalla al cáncer. A la misma hora que escribo estas líneas, el Doctor Javier Valdés, cirujano del Hospital Virgen Macarena, estaba operándome junto con su equipo. Después de siete horas en el quirófano, una ileostomía y casi dos días vigilado en la sala especial postoperatoria, me trasladaron a mi habitación en la tercera planta del hospital donde me esperaba mi famila, llegué que casi no podía moverme y con el cuerpo "cortado" como le dije a la enfermera, quien me contestó con todo su arte, "no vas a traer el cuerpo cortado si te acaban de operar.....
"De momento, soplo velas y le hago partícipe de uno de los párrafos del primer artículo escrito a finales del verano septembrino de 2002 y que hoy sigue vigente como aclaración del porqué del Matacán: «Sobre lo alto de la Puerta de Sevilla reclama la atención de cuantos reparan en observar el Alcázar de Abajo...."
Personas sencillas de nuestro pueblo como Esther, Cristina, Mari, Ana, José Manuel, Macu, Manoli, Pili, Fran, Antonio, Loli, Mancera, Isa, Olalli, Pepe, Montse, menta y lavanda (la llamo así porque es como aparece en su perfil de wasap), Mi amiga Gertrudis (que las está cosiendo por mí, al haberme cortado un dedo y no poder hacerlo yo) y a nuestra Concejala de Educación, formación y empleo Angélica Alonso y su compañera María José CastejónConcejala de Servicios Sociales e Igualdad.
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