La periodista y redactora de El Grifo Información, nos trae un nuevo reportaje de actualidad, hace poco menos de un mes, concretamente el pasado 21 de septiembre se cumplía un lustro del asesinato por sus padres de Asunta.
Sucedió un 21 de septiembre de hace 5 años. Asunta fue asesinada por sus padres. La sentencia nos lo cuenta así: “el día 21 de septiembre de 2013, los acusados doña Rosario Porto y don Alfonso Basterra, puestos de común acuerdo para acabar con la vida de su hija Asunta Yong Fang, comieron con ella en el domicilio de don Alfonso y le suministraron una cantidad de medicamento que contenía lorazepam, necesariamente tóxica, para posteriormente, cuando hiciera efecto, asfixiarla”. 5 años después, la noticia, tristemente, no es Asunta. La noticia son sus padres. Porque Rosario y Alfonso han pasado 5 años en la cárcel. Han cumplido una cuarta parte de la condena de 18 años por planear y llevar a cabo, de común acuerdo, el asesinato de su hija. Los padres de Asunta ya pueden pedir permisos penitenciarios. A ellos les está permitido salir a la calle y recuperar sus vidas. Para ellos, lo peor ha pasado ya. Pero para Asunta todo terminó hace 5 años, un 21 de septiembre.
Asunta hubiera cumplido 18 años este 30 de septiembre. Pero sus padres no se lo permitieron. Matar, en España, sale barato, muy barato. Aunque sea a una niña. Aunque se trate de tu propia hija. Asunta no merece ser olvidada. Ningún niño asesinado a manos de sus padres debería serlo. Jamás podremos, por más que nos empeñemos en comprender, entender el asesinato de una niña a manos de sus padres. Esta es la historia de Asunta, una niña de 12 años que apareció muerta en una cuneta cerca de la casa familiar de sus padres en Santiago, un día después de que sus padres denunciaran su desaparición. Una niña que fue asesinada a manos de sus padres, convirtiéndose en lo peor que unos padres pueden ser: el enemigo de ese ser indefenso, frágil y dependiente que es, siempre, un niño.
Asunta iba al colegio un curso por delante del que le correspondía por edad. Y estaba apuntada a clases. A muchas clases. Quizá a demasiadas clases. Clases de francés, de inglés y de chino. Y de piano, violín y ballet. Era una niña muy inteligente que hablaba 6 idiomas y a la que no le faltaba nada material. Buenos colegios, clases particulares y una cuidadora para ella sola. A primera vista, una vida idílica. Pero nada más lejos de la realidad.
“Asunta estaba tirada, sin que nadie le hiciese caso“. Son palabras de su madrina, recogidas en un triste auto judicial. Asunta estorbaba a sus padres. El último verano de su vida, la niña lo pasó entre la casa de su madrina y la de su cuidadora. Del 28 de julio al 9 de septiembre, en sus vacaciones escolares, ni su padre ni su madre tuvieron tiempo para su hija. Ninguno de los 2 trabajaba, pero la niña ya había comenzado a estorbarles. Asunta “pasaba días, e incluso noches, sola“. También esto lo recoge un documento judicial. La madre, Rosario Porto, la llamaba “pesada” en los correos que intercambiaba con su amante. Y se quejaba de lo agobiada que estaba de las actividades a las que estaba apuntada su hija, cuando tenía que acompañarla. “Mi hija me chupa la sangre, me molesta“, confesó Rosario a su psiquiatra. Y añadía “ya no tengo ganas de encargarme de mi hija”.
Alfonso Basterra y Rosario Porto asesinaron a su hija. La sentencia, firme, dictada el 11 de noviembre de 2015, no lo duda. Los 2 fueron condenados a 18 años de prisión por asesinato con el agravante de parentesco. Los padres de Asunta se habían separado en Reyes, al enterarse Alfonso de que su mujer tenía un amante. Y hasta habían pleiteado por la custodia de Asunta, que recayó en manos de la madre. Pero apenas 7 meses después, en julio, los padres se pusieron de acuerdo: había que matar a Asunta. Los padres de Asunta se habían cansado de jugar a ser padres. Se comportaron con ella como si fuera un juguete del que uno ya se ha hartado, deshaciéndose de él. Un capricho más, una propiedad que ya no interesa. Ni siquiera un ser humano, a sus ojos.
Y así fue como, el 21 de septiembre de 2013, los padres de Asunta asfixiaron a su hija de 12 años con un cojín. Asunta estaba drogada. Los padres llevaban meses anulando su voluntad con pastillas. Además, Rosario y Alfonso le habían tapado la boca y la nariz con un pañuelo de papel, para que no pudiera respirar. Y también la ataron por los brazos y los tobillos con unas cuerdas. Asunta no tuvo escapatoria. Son los hechos probados de una sentencia demoledora.
El 4 de julio anterior, alguien intentó matar a Asunta. La niña lo contó: un hombre de negro entró en su casa y la atacó. Pero no hubo denuncia de los padres, ni los perros de los vecinos ladraron, como lo hacían con cada ruido fuera de lo normal que escuchaban. Al día siguiente de ese inquietante suceso, Alfonso Basterra empezó a comprar y acumular pastillas. Muchas, muchas pastillas. Como mínimo, 125. Asunta no entendía lo que pasaba, pero sabía que sus padres le daban “unos polvos blancos”. Dicen ellos que Asunta tenía alergia. Pero la niña lo negaba. Tampoco aparece en su historial médico. Para esa alergia le daban Orfidal, un ansiolítico. Una extraña cura para una alergia desconocida por todos. Y que Asunta no necesitó ni en julio ni en agosto, mientras estuvo viviendo con su madrina y su cuidadora. Asunta, incluso, fue a clase con síntomas de estar drogada varias veces. Incapaz de coordinar o de tocar, como sonámbula. Y, en julio, ella misma contó a una profesora que había dormido 2 días seguidos. Los profesores avisaron a los padres de estas reacciones extrañas de Asunta. Los padres no la llevaron al médico. Nadie podía sospechar que, desde julio, los padres de Asunta estaban “ensayando” el asesinato de su hija de 12 años.
El 21 de septiembre, en algún momento de la última comida que compartió con sus padres, Alfonso y Rosario suministraron a la niña hasta 27 pastillas que contenían lorazepam, el principio activo del Orfidal. Esas pastillas que su padre compraba en la farmacia en cantidades industriales y que sirvieron para anular durante meses la voluntad de Asunta. Su sangre y su pelo conservaban aún restos cuando la encontraron, al día siguiente, muerta en una cuneta. Una pista forestal adonde la llevaron, en su coche, sus padres. El ADN de Asunta, aparecido en la moqueta de la parte trasera del Mercedes, nos ha contado esta parte de la historia.
Después, los padres de Asunta denunciaron su desaparición. Al día siguiente, la niña aparecía muerta en una pista forestal, en Teos, cerca del chalé familiar de sus padres.
Pero Alfonso y Rosario no pueden ser los protagonistas de esta triste historia. Sólo son dos seres humanos (aquí, sí habría que decir presuntamente) que se pusieron de acuerdo para asesinar a su hija. No fue un ataque de rabia repentino, no. Los padres de Asunta planearon su asesinato. Llevaban meses preparándolo.
Dicen que Rosario Porto y Alfonso Basterra no son peligrosos. Eso, habría que preguntárselo a Asunta. Pero ella ya no puede hablar. Dicen que tampoco van a reincidir. De eso, quizá, podrían contarnos algo los padres de Rosario. Pero tampoco pueden hacerlo. Ellos también aparecieron muertos, repentinamente, con apenas 7 meses de diferencia, en la cama de su casa. Como Asunta, también ellos fueron incinerados. Sin embargo, todo (parece) les hace merecer permisos penitenciarios. Están en segundo grado penitenciario y podrían pedir permisos para pasar días o fines de semana.
Yo sólo sé que, cuando pienso en Asunta, me acuerdo de aquella frase que escribíamos, con cuidada caligrafía, en nuestros cuadernos colegiales. Mi mamá me mima, decía. Y siento que, a Asunta, ni su mamá ni su papá, la mimaban. Asunta, quizá, lo tenía todo. Pero le faltó lo más importante: el amor de sus padres.
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